viernes, febrero 17, 2006

DADA


era tan hermoso que no lo lograba distinguir;
el aroma que sus prendas fatigadas desprendían,
bañaba mis ojos hasta la piedad,
de su espalda dos alas acariciaron mis sueños...
aún me guiaba, pero yo le extrañaba cada vez más;
triste, se alzó, como para respirar,
se estiró mucho, mucho,
sus brazos casi tocaban el rojo cielo,
abrió su boca como para vomitar su alma... y bostezó...
¡sí, bostezó!...

volvió a su estampa normal que al acto seguido sangraba.
volteó hacia mí su mirada, como si recién se hubiera dado cuenta de mi presencia,
se arrodilló a mis pies, miró al suelo y lo lamió con pena,
mientras no pude evitar sentir en voz alta:

¡MI PADRE!

...la tierra latió más fuerte

me miró, nunca me había detenido en sus ojos, eran tristes, perecía un niño asustado,
trató de decir algo, pero su rostro se fue poniendo duro y opaco,
como madera vieja, como roca y como tierra se deshizo...
la apreté para poseer,
no pude evitar su pensamiento, y recordé:


¡NO SOY DE AQUÍ!

1 comentario:

anónimo dijo...

Hermoso.